miércoles, 30 de enero de 2013

Acepto x 3

Siempre creí que los días más románticos de la vida de una pareja son cuando deciden comprometerse y cuando dan el brinco hacia el compromiso. Desde que era pequeña imaginé el día en que ese príncipe azul me diera mi anillo de compromiso, pero por azares de la vida llegó un punto en el camino en el que perdí la ilusión. Más que perder la ilusión, perdí la esperanza. Pensé que eso no sería para mi y que posiblemente sería, de tan anhelado que era, la única cosa que no se me cumpliría. 
Soy una afortunada que ve sus sueños materializarse y que gracias a ello me he vuelto una gran confiada del destino, pero recibir un anillo y casarme fueron dos sueños que se me desvanecieron hasta llegar al punto en el que llegué a hacer la paz con ello. Seguramente la vida, tendría algo mejor para mi.
Hasta que llegó mi Mr. JC y no solamente me dio un anillo, sino que me dio dos. El primero de la manera más romántica y espontánea posible. Un significativo anillo de servilleta de papel con el que acepté sin dudarlo convertirme en su esposa para siempre. De ahí se desprendió una de las bodas que siempre soñé: algo íntimo en la que solamente mi pareja y yo nos juráramos amor eterno y tomáramos ese importante paso sin tantos testigos, solamente una playa, el atardecer, y bueno, la notaria. 
La segunda fue en uno de mis lugares favoritos de la tierra, otra de mis bodas soñadas dado que pensaba que casarme íntimamente sería un tanto egoísta con quienes quisieran compartirlo con nosotros: Puerto Morelos, un escondido lugar en la Riviera Maya en donde, gracias a mi familia cósmica, tuvimos una boda llena de energía, una unión universal por parte de chamanes mayas que nos catalogaron como una pareja entre un millón. Pero como era de esperarse, nuestras familias sanguíneas deseaban compartir con nosotros la felicidad –y nosotros con ellos–, fue por eso que decidimos organizar nuestra tercera boda en Colombia –nuestra tierra– a donde asistieran nuestros allegados más queridos. Por eso fue que llegó el segundo anillo, ahora sí uno que puedo utilizar todos los días de mi vida sin peligro de que se me deshaga en una lluvia. El más hermoso de los anillos que siempre imaginé podría ser el mío. Único, como el amor que siento por ese maravilloso ser que llegó a mi vida a cumplir todos mis deseos, y lo mejor es que disfruta de ellos tanto como lo hago yo. 
Nuestra tercer boda fue en un lugar mágico: el Recinto del Pensamiento, un conservatorio natural, mariposario y albergue de muchas especies de orquídeas y animales de la región. Una hermosa ceremonia Celta que planeamos entre los dos y que resultó ser más emotiva de lo que creímos. 
Al final disfrutamos de cada momento tan único como fue cada uno, reafirmándonos una y otra vez que sin importar cuántas veces decidiéramos jurarnos amor eterno como un par de locos, viviríamos como especial cada segundo de nuestro romance.
Con lo que hasta hoy, puedo concluir, que sí, los deseos más preciados y los sueños se cumplen, que la felicidad llega cuando se espera con paciencia y que el amor es la joya más preciosa que hay que cuidar, no importa si ésta es simplemente hecha de papel...

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