Pocas veces guardo en mi memoria extractos o frases con tanta claridad, como guardo y atesoro uno de los cuatro acuerdos del escritor Miguel Ruiz: no te tomes nada personal.
A veces no sé cómo lidiar con ciertas cosas y me resulta más fácil apoyarme en las ideas cósmicas y kármicas elementales como que en esta vida vivimos según lo que nuestra alma necesite aprender. Por ejemplo: culpo a mi impaciencia por la imperante necesidad de que ese fantasmita que deambula por mi cuerpo comprenda que un bonito valor es saber esperar y confiar que el universo provee justo a tiempo, que si aprieta es porque algo hay que entender. Entonces, cuando aprendiste la lección, los astros se alinean de tal forma que todo vuelve a fluir; aunque a veces no parezca, todo sigue fluyendo. Incluso el cause de un río que se estanca por momentos provocando remolinos, terminan por desbocar en una cascada rebelde que desfoga todo a su paso; y fluye.
Así me gusta ir por este camino, pensando que todos fluímos en diversas direcciones y que la forma de fluir del vecino no tiene nada que ver con mis pasos. Prefiero no perderme en conjeturas conspirativas, en las que hacerme daño es la razón por la que quien fluye a mi lado toma cierta dirección. Creo en los despistes y en la humanidad de mi familia, creo que no hay nada más bello que poder diferir y después lograr, como si fuera magia, que se llegue a un acuerdo en el que busquemos un ombligo para ambos sentirnos confortables. No es personal tu forma de ser ante la mía, y mi forma de ver la vida no responde a la óptica que adoptaste para la tuya. Cada quien mira hacia donde quiere mirar ¡qué bella humanidad!
El universo ya tiene un centro y nosotros somos hojuelas que flotan a su alrededor, pegados a una ley de gravedad que nos impide convertirnos en estrellas. Partículas que cambian el rumbo de su vida personal, más no detienen la noche ni el día, ni los eclipses, ni la infinidad.
Por eso nada es personal, porque escasamente somos personas, vistas desde la óptica de quien mira entero al universo, porque lo que yo piense no afecta más que a la realidad que yo vivo y a la de quienes me lo permitan. Así, es mejor fluir sin sufrir en extremo, sin llevar a cuestas una cruz que nadie nos heredó, sin dolencias que pesan en el equipaje, al final cada quien carga la maleta que decide llevar.
AlasdeOrquídea
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