sábado, 21 de julio de 2012

Sufro por los animales. No por los irracionales, sino por nuestra especie que por tanto cerebro le falta corazón.


Una de las labores que tomo en serio es la difusión de los diversos casos de crueldad que suceden en nuestro mundo y hoy tenemos la fortuna de saberlos. La información ilumina y sensibiliza.
Algunas personas me han preguntado que por qué comparto esas imágenes horribles, algunas que ni yo misma quisiera tener en mi muro, mucho menos en mi planeta. La respuesta es sencilla: cuando sabemos lo que pasa, cuando vemos con nuestros propios ojos los que algunos desalmados son capaces de hacerle a otros seres vivos con los que compartimos nuestra tierra, nos volvemos más humanos, porque sentir es humanidad.
Hoy compartí la foto de un cachorro que fue golpeado brutalmente por un tipo. Lo pateó de tal forma que parece que le rompió el cuello, en la foto no se ve nada más que un pobre animal acostado sobre un costado, no se puede mover, pero el dolor que siente ese animal me llegó al corazón y me puso a correr los dedos frente a este tablero en el que a veces no me salen las palabras exactas para contarles lo que siento.
Siento dolor, siento ganas de llorar, pero no con lágrimas sino con el alma. Nuestra especie es tan cruel, tan despiadada, tan egoísta que sufro por los indefensos que terminan a la merced de un corazón humano que a veces más parece una piedra.
Sé que somos muchos los que sí podemos decir que gozamos de humanidad, de sensibilidad, de viceras que se conmueven con las terribles imágenes de las diversas formas de violencia que nuestra especie le inflige al mundo, pero también sé que son muchos los que dentro del disfraz de piel y huesos llevan disfrazado al mal.
Una vez más se me acabaron las palabras... Me quedo con lo que siente mi corazón.

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