Hace quince años sobre la banqueta frente
a mi casa, un chico menudo de lentes redondos me regaló un libro que hace unos
días regresó a mis manos, Notas de Prensa de Gabriel García Márquez; sin
imaginar que lo que en su momento fue un regalo engorroso se convertiría en un
hermoso recuerdo con varias significantes.
La vida me pasó entre los dedos como agua
de río fresca, siempre embelesada por aquella biblioteca que mi padre atesoraba
y que hoy en día va llegando a mis libreros poco a poco, libro a libro. Con los
años me picó la libélula de la lectura y empecé a descubrir mi camino hacia las
letras, aquella placenta que crecía en mi sistema y que no tardó en reclamarme
el ímpetu de escribir para sentirme conectada.
Las letras me llevaron al corazón de
Cupido, en donde viví montada sobre una balsa intentando descifrar los
intríngulis del amor. Enamorada del amor crecí y gracias a esa aventura
pasional con un ideal platónico que no abandoné hasta haberlo encontrado, mis
preguntas y respuestas se mezclaron para construir un camino que necesitaba
para así poder transmitir mis ideas en forma de oraciones que narraron desde un
principio mi estado sentimental.
Tuve varias relaciones, algunas largas,
otras cortas, otras que prácticamente podrían ser extraídas de mi historia sin
que la resultante se alterara, una o dos que daría lo que fuera por
suprimirlas. Al fin y al cabo mi sed por deshebrar las redes de Cupido debían
terminar en lo que siempre soñé: una historia de amor.
No me daría por vencida, estaba segura
que en algún lado del planeta se encontraba aquel hombre que platónicamente
amaba desde la niñez. Que en alguna latitud ajena se escondía, detrás del velo
de una cortina, algún irremediable enamorado y romántico que admirara la misma
luna a quien yo observaba todas las noches en un silencio mustio que solamente
ella sabía traducir.
Entonces volvía y sin perder la esperanza
intentaba enamorarme de quienes no sabían amarme, busqué cambiar paradigmas en
las tripas de las piedras que tenían un hueco en lugar de corazón; lloré,
sufrí, me levanté y comencé de nuevo.
De vez en vez buscaba en las historias Shakespeareanas un atisbo de predicción
que me dijera entre letra y letra que toda historia de amor tenía un tipo de final
feliz. Yo esperaba el mío paciente y ansiosa por no impacientarme. Era ahí
cuando volvía y me encontraba con Notas de Prensa, aquel libro rosado y gordo
que parecía querer decirme algo que yo no podía entender, recordaba al chico de
lentes redondos con una sonrisa y me preguntaba qué sería de él.
En Tacones comencé una aventura que hoy
va en la columna número 800, un recuento de mis vivencias, experiencias y
anhelos que no demoró mucho en convertirse en una recopilación de historias
abonadas por varias lectoras que me regalaban su tiempo acompañado con una taza
de café matutina.
Cada tanto dejaba ver mi deseo por
encontrar aquel amor que algunas encontraban, siempre fiel creyente del
romanticismo a ultranza y de que aquella luna sonreía en cuarto creciente
presagiando no un final, sino un comienzo feliz.
Entonces después de una tormenta que
prefiero no recordar reapareció en mi vida el chico menudo -ahora sin lentes
redondos- vía correo electrónico. No puedo negar que mi entraña brincó
contrariada y poco faltó para que del estante rodara aquel mamotreto lleno de
notas de prensa -de mi ahora autor motivo por quien tomé el camino de las
letras- y golpeara mi cabeza respondiendo mis deseos de obtener una señal.
Como buena historia de amor que se
respete y sea digna de escribirse, cada uno en su país estaba embarcado en un
cuento frágil que no demoramos en romper por esas intervenciones divinas que me
recuerdan que lo que es tuyo nada te lo quita.
Seis meses después, hoy cumplidos,
sentada a su lado en un avión de Aeroméxico, vemos cada uno, en su propio
teclado recolector de palabras, un atardecer desde arriba en las nubes a donde
me invitó a subir en el momento que me besó por primera vez.
Y me puedo vanagloriar de haber
encontrado, poco antes de que se acabe la historia de un mundo que no pretende
llegar a su fin, mi propia historia de amor que me reconcilia en un caudal de
luz blanca con Cupido a quien le doy la razón por tanto tropiezo en el camino,
que de no haber sido así no podría estar tocando el cielo a través de una
ventana sobre nubes de algodón.
TAMOLLA.
5 comentarios:
Me parece buenísimo tu entrada!!! Ahora súbete encima de Notas de Prensa y dale el beso más largo que puedas al amor de tu vida.
Tenía mucho, sinceramente mucho, dsd la última vez que la prosa de un blogg atrapa mi atención. Gracias x eso, enhorabuena y sigue por ese camino
Saludos por su página. Luis Flores (Letra_por_letra, Twitter).
gracias por comprobar, una vez mas, que el Universo nos esta observando. Good things happen to good people....great things happen to really good people...
Quizá sea cierto que el universo nos observa, así como el espejo nos devuelve la propia mirada. Quizá no.
Y el mundo está lleno de magia cuando se mira a través de esos ojos. Ahora, ya que es imposible quitarse los ojos y ponerlos frente de los de otra persona como diría Linda Perry... lo único que queda es envidiar a la persona que se sentó al lado tuyo en el asiento de ese avión.
El universo, como buen narrador omnisciente nos lo contó. Ah no, fuiste tú ¿verdad? JAJA.
Buen texto.
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