Les comparto un cuento en varios fragmentos...
FRAGMENTO 1
La marea se levantaba bajo el casco gigante de un barco camaronero. Leandro era un hombre que solía viajar en primera clase, mas la última patada que le acosó el destino, enrutó su vida por otros vientos. El 12 de mayo de 1901 sería su primer aniversario marital, de no haber sido porque Mayra lo abandonó en el altar clamando que su padre la obligaba a dicha unión, que ella no lo amaba y más que cariño le profesaba repugnancia.
Leandro sintió morir en el olvido pues su amor por Mayra traspasaba las montañas de su conciencia, así que decidió prestar servicios como pescador para la compañía familiar Crustáceos & Co y olvidar su prometedora carrera por un tiempo. Deseaba salir al mar a desahogar su vida en vientos dispersos, zarpar de noche y volver de madrugada con una red llena de recuerdos, sumergir su dignidad en las honduras para no volver a verla nunca más.
La noche del 15 de mayo, el cielo ostentaba el firmamento más iluminado de lo que llevaba año, la marea danzaba tranquila y los vientos eran imperceptibles, Leandro ya había trabajado por algunas semanas con la camaronera pero algo en su corazón le decía que ese viaje sería diferente a todos los demás. Con la sed que el desamor deja en la sangre, zarpó sin cuestionar al destino que no podía traer más desilusión, su vida se había convertido en la vela de aquellos barcos, según el viento que le pegase marcaría sus pasos en el horizonte. Pasada la media noche, el barco zarpó hacia mar abierto, aquella época de pesca sería la más prominente, pero debían buscar en las lejanías calmas, bancos de camarón abundante y volver al puerto. Fue por eso que pernoctaron en altamar esperando la alborada rebosada de crustáceos. Leandro observaba la clara noche recordando la tesitura de su propia vida cargada de negligencias del corazón, deseaba quedarse lejos con los sonidos del agua mansa acariciándole la piel salada, con la cauta luz de las estrellas que tintineaban bailando una silente melodía, con la luna que observaba al horizonte con ojos de lechuza.
Un pensamiento perturbó su silencio, sintió unas ganas irresistibles de perderse en el mar, de saltar sin dejar rastro de existencia, de olvidar el diario recuerdo de su amor perdido. La tripulación dormía entre pedazos de pescado crudo y carnadas sanguinolentas lo que causó repulsión a Leandro que soñaba con una vida menos agreste, a la vez deseaba con todas sus fuerzas estar en una isla desierta sin nadie que mencionara su nombre. Miró una estrella que brillaba como sol ausente y rezó por encontrar de nuevo la luz de su camino, por concederle el deseo de la soledad, por tener las agallas firmes para continuar en otro mundo, en otro cuerpo; su mente divagaba, flotaba como la misma espuma del mar.
Un impulso lo obligó a saltar al mar advirtiendo que la marea no se encontraba arrasadora, estaba conciente que pasada la locura momentanea tomaría la escalera de cuerda y volvería a flote, sabía que no tenía la hombría de nadar hasta que la sal lo carcomiera, hasta que su vida se esfumara de la mano con el mal de amor.
El agua estaba tibia, notó que la tristeza lo había alejado del bochorno abrasador, se dejó llevar por el suave masaje del viento y el agua, flotó boca arriba perdiendo la mirada en la profundidad del cielo, afocando y desafocando los millares de puntos plateados que lucía el firmamento, cerró los ojos para descansar. Sentía la presencia cercana del barco, abría el rabillo del ojo confíando que su cobardía no lo dejaría perderlo de vista, cerraba los ojos unos cuantos minutos y pensaba en la posibilidad de quedarse allí para toda la vida, los sueños lo llevaron a dormitar, a creer que continuaba cerciorándose de la presencia del barco, soñó con su casa.
Un súbito golpe en un riñon lo despertó entre ahogos, un mostruo marino le arrancaba la vida con dolor, nunca le faltó el oxígeno pero los empellones se lo arrebataban cuando a penas lo degustaba. Pensó que moría y recordó que rogó a una estrella por desvanecer su vida, después de todo pareciera que las estrellas concedían los deseos que se piden con el corazón. Sintió un golpe más agudo en la nuca que opacó su lucidez, no tenía control sobre su cuerpo pero todo lo escuchaba, lo sentía como un títere. Los golpes no cesaban pero su cuerpo estaba tan flácido que no oponía resistencia, se dejaba llevar por la agresividad de la bestia que insistía con robarle cada último aliento. Saboreó la sal del agua arañando su garganta, entraba por su nariz carcomiendo los recuerdos, su corazón latía pausadamente pero la cruel bestia parecía quererlo con vida pues a cada tanto le permitía respirar y amarrarse el alma al cuerpo.
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