Continuación de la columna Y sin Embargo se Mueve del Periódico Excelsior sección Comunidad http://www.excelsior.com.mx/index.phpm=nota&seccion=opinion&cat=11&id_nota=842630 "NO ESTÁ TAN PERRO HACER CONCIENCIA"
Mi historia comienza en la carretera vieja a Toluca. Nací en las calles y no volví a saber sobre mi familia perruna, caminé sin rumbo por la carretera siendo solamente una cachorrita. Había muchos camiones gigantes, ruido, luces, sombras que me mantenían aterrada. Es de lo único que me acuerdo. No recuerdo ni el hambre, ni el frío, ni la sed. Solamente que me sentía sola y con miedo.
Quería pasar del otro lado de la carretera pero era imposible, los camiones me gritaban con sonidos agudos que me asustaban y me regresaban al camino por donde iba. Miraba hacia adelante y hacia atrás el largo camino que me esperaba por recorrer, no tenía principio ni fin. No sabía hacia dónde iba, estaba confundida y sola, muy sola.
Me senté a esperar porque algo sucediera, no sabía qué, pero algo que me dijera hacia dónde ir, por dónde se habrían ido mi mamá y mis hermanitos. Un carro se detuvo a unos cuantos pasos de mi, me asusté mucho, quise correr pero era tan pequeña que rápidamente una señora con manos tibias logró agarrarme. Me abrazó y me subió con ella a un lugar en donde estaba acolchonado, me regaló algo de comer y me ofreció agua en un platito. Fue ahí cuando escuché por primera vez que mis ojos eran muy bonitos, que tenía suerte de que no me hubiera lastimado uno de esos monstruos que andan a toda velocidad en la carretera y que me llevaría a un lugar en donde seguro me adoptarían rápido.
Llegamos a una casa en donde me recibieron con mucho amor. Gina, la dueña del Refugio Franciscano me abrazó y sintió pena por mi estado. Dijo que estaba flaca y llena de lombrices. Me dieron unas medicinas para que mi pancita dejara de doler por la culpa de los bichos, me dieron un baño de agua tibia y me aplicaron una inyección que casi no sentí en mi lomito.
Entonces, cuando estaba menos asustada, me presentaron a los que serían mis hermanitos peludos mientras algún humano como Gina y la señora que me rescató, se enamorara de mí para llevarme a su casa y darme mucho amor.
Pasaron los meses, era feliz con mis hermanitos, nunca me faltó la comida, ni el agua y los humanos que nos cuidaban eran amorosos y nos trataban muy bien. Por las noches hacía un poquito de frío pero nos acurrucábamos bien juntitos y nos dábamos calor. Así dormí con mis hermanitos durante ocho meses, hasta que mi mamá humana se asomó por primera vez a donde yo estaba.
Ya había pasado que muchas personas iban y se llevaban a alguno de los más de 2000 peludos que viven en el Refugio Franciscano, pero yo no tenía suerte, igual me alegraba por mis hermanitos que se iban con su nueva familia. Ese día me levanté con un presentimiento. ¡Sería mi día! Estaba decidida a utilizar mis hermosos ojos azules para que cuando llegaran a mi jaula se enamoraran perdidamente de mi.
Escuché la voz de mi mamá a lo lejos. Salí de donde estaba acurrucada para colocarme de primera en la reja. Todos los franciscanitos ladraban, se tardó mucho en llegar pues entraba a todas las jaulas que había. Yo solamente escuchaba abrir y cerrar puertas, su camino seguía, eso quería decir que aún no se decidía por ninguno de mis hermanitos. Como la mía era la última jaula, muchos humanos ya no alcanzaban a llegar pues escogían en el camino.
La vi llegar, nos miramos a los ojos y entonces sí supe que ella sería mi mamá. Lo supe desde que la vi, yo la escogí a ella y ella ni cuenta se dio. Le dijo a Gina que yo tenia unos ojos preciosos que le recordaban al mar caribe y pidió que le abrieran la jaula para mirarme más de cerca. Era mi oportunidad, por eso me adelanté de todos mis hermanos y me puse de primera. En cuanto Gina abrió la jaula no esperé para brincar a los brazos de mi mamá, ella me recibió y me abrazó, nuestras almas se unieron en ese momento, ella también supo que yo era el ángel que buscaba. Coloqué mi cabeza en sus hombros y nuestros corazones se sincronizaron. Entonces escuché las palabras más felices que he escuchado en mi vida "es ella" dijo mi mamá. Todos lloraron de felicidad, mi alma estaba feliz porque por fin tendría una familia que me diera todo el amor que guardaba dentro de mí con la ilusión de entregarlo a un humano que también me amara.
Salimos de allí y llegamos a casa. Mi mamá no esperó en darme un baño que porque olía muy mal. Entonces me echó mucho jabón y luego me regaló una cobija calientita y un hueso delicioso. Me sirvió un plato de comida y otro con agua fresca.
Al principio no fue tan fácil. No nos conocíamos y yo tenía miedo de hacer algo mal. No quería regresar al refugio pues, aunque extrañaba a mis hermanitos, deseaba con todo el corazón quedarme con mi familia humana. Mi mamá se acercaba a mi despacio, me ponía su mano para que la oliera y hasta me regaló un pedazo de tela que olía a ella que para que me fuera acostumbrando a su olor. Me tiraba una pelota pero yo no entendía muy bien qué hacer con ella. Hoy soy la más feliz persiguiendo las pelotas de tenis que mis papás me regalan.
Al otro día me llevó al doctor y de compras por mi hermosa cama rosa. Me regaló muchos juguetes, un collar rosa y una placa de huesito en donde estaba mi nombre y el de ella, ya no había nada que nos separara, por fin tenía mi familia humana.
Poco a poco nos fuimos acoplando, aprendí a hacer pipí afuera y a que los muebles no son comida. A no subirme a la cama y a no mordisquear las plantas. Mi mamá me enseñó todo con amor, jamás he recibido de ella un mal trato y por eso yo me volví una perrita muy obediente.
Poco tiempo después llego mi papá a la vida de mi mamá. Mi papá se enamoró de las dos. Me traía más juguetes y dulces con olor a carnita. Me llevaron a conocer el mar en donde soy feliz correteando cocos que se caen de las palmeras. Me siento, me acuesto y doy la patita. Ahora estoy aprendiendo a saltar para agarrar mi hueso.
Mi pelo cambió de color, ya no soy amarilla sino dorada, mis costillas ya no se me marcan y mi pelo es suavecito y brillante, todo el mundo dice que soy muy bonita y que huelo rico.
Y aunque ya no tengo tanto miedo sigo siendo muy nerviosa con los ruidos, las luces y las sombras que me recuerdan los malos momentos solita en la carretera. Pero mis papás poco a poco y con mucho amor me han ido enseñando que a su lado nada me pasará.
Ahora tengo mi familia soñada. Todo el mundo me ama y me protege, pero siento tristeza por mis hermanitos que siguen en muchos refugios esperando a ser adoptados por humanos buenos que les den amor. Muchos otros siguen en las calles sufriendo pues hay humanos que les hacen daño sin razón alguna.
Por eso los invito a que vayan a RockPerrón esté próximo sábado 23 en el Rodeo SantaFe en donde grupos musicales darán un concierto a favor de mi especie y nuestros derechos como animalitos. Allí pueden llevar cosas para donar y pasar un momento muy contentos conociendo sobre la importancia de adoptar y de ya no apoyar a los criadores de razas.
Los callejeritos no tenemos raza establecida, pero sentimos, somos bonitos y también aprendemos todos los trucos que con amor nos enseñen. Lo mejor de todo es que amamos a nuestra familia humana como no s‚e imaginan.
Hoy por nosotros... por el amor tan grande que hay en el corazón de su especie, ¡ayúdanos!
Los invito a que me sigan por twitter www.twitter.com/YoSoyMayath
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