Podría hacer un recuento de mi vida en soundtracks. Sí, soy melómana sicótica, no bajo música pirata aunque mi tarjeta grite cada que entro a Itunes y si se me llega a perder mi computadora lo que más me dolería es mi colección de canciones.
Según lo que estoy pasando en mi vivir, es lo que escucho. Cuando estoy triste puedo repetir cien veces "Adios" de Cerati, mi último despecho lo pasé con Georgina, una cantante venezolana que no todos conocen y que me para los pelos de punta, y si me ponen "Moves like jagger" de Maroon 5 inmediatamente sonrío pues la asocio con los primeros meses de relación con Mr. JC.
Esa es mi vida, si la hicieran película, seguro sería un musical en el que Carpenters, The Beatles, Cerati, Jason Mraz, Julieta Venegas y hasta Gardel serían los autores protagonistas.
Lo más curioso de todo es que me pego de cuatro o cinco canciones que escucho hasta el cansancio, en el coche, mientras me baño, cuando cocino, si salgo a andar en bici o a hacer el súper, es como si estuviera en mi musical encerrada por mis audífonos.
Ahora, mi nuevo soundtrack me tiene volando, digamos que fue mi salvavidas mientras Mr. JC tomó un corto viaje de trabajo. Quién me viera en épocas pasadas –cuando Mr. JC aún no regresaba a mi vida– que rezaba por que la soledad me hiciera compañía, a cada momento; bien dicen: las cosas cambian.
Pero la música y mi libros de colorear son mi mejor compañía. Cuando estoy ansiosa o siento que el segundero se burla de mi impaciencia, saco mis colores y pinto mandalas, eso sí, con mi soundtrack de fondo que me lleva a mi nirvana personal.
Lo mejor de mis canciones es que me ayudan a inspirarme, a escribir, a dejar que mi necesidad cósmica por contar cosas o inventármelas –en caso de no tener nada qué contar– fluya como río cargado.
La vida es una caja de chocolates, bien lo dijo Forrest Gump, y tan adicta soy al chocolate, como soy adicta a vivir. Nada me parece más extraordinario que saber que tengo una sola oportunidad en esta botarga de carne y hueso, que fui elegida para levantarme cada mañana y respirar, que conozco la deliciosa sensación del dolor estomacal a causa de las carcajadas, y que pueda pararme descalza frente a mi mar azul y oler la brisa salada. Algunos días podré estar más feliz que otros, estos últimos, por ejemplo, experimento felicidad, ansiedad y emoción. Algunos otros, estoy melancólica, pensativa y probablemente parezca triste; pero eso es vivir, porque para disfrutar cuando se está en intensa felicidad, se debe conocer a la melancolía.
Procuro pensar, a todo momento, que la vida es sabia, convencerme de que todo lo que sucede sí es por algo y que ese viejo adagio no es solo consuelo de tontos. Y si hecho una mirada a mi pasado, compruebo que nada ha sido gratuito, que cada lágrima y sonrisa han tenido un por qué, por eso no cuestiono los eventos que me llegan, me limito a vivirlos y a dar gracias por ellos, si es algo que en el momento no me guste, seguro más adelante comprenderé los enredos del universo.
Lo importante, creo yo, es absorber la vida entera, saber que no necesitamos de tantas cosas para ser felices, que las necesidades se convierten en obstáculos y que entre más significado le des a cada momento de tu vida, más memorias te llevarás al final del viaje.
En mi caso, me gusta ver mi vida como ese musical, en el que nunca dejo de bailar y de abrazar las melodías que el destino me vaya tocando. Total, en el acto final lo único que quiero es oir los aplausos de mi alma por haber dado un buen show.
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