Expectativas... sumergimos nuestra vida en ellas. Siempre estamos tan al pendiente de lo "que va a pasar", porque desde pequeños nos inculcan que tenemos que escoger entre ser "alguien" o no serlo. Entonces, desde que nuestro software mental comienza sus primeros pininos de pensamiento, estamos en busca de un futuro que cada vez se vuelve más complejo, porque una y otra vez, el destino nos demuestra que el que decide es él y no necesariamente nosotros.
Amo una frase que dice "si quieres ver reír a Dios, cuéntale tus planes", creo que no puede tener más razón, pues continuamente me encuentro haciendo planes que se ven truncados, posfechados u olvidados por otras circunstancias que llegan y me atropellan sin decir "¡agua va!".
Recuerdo que cuando era muy pequeña quería ser médica veterinaria, irme a África y curar a los leones y elefantes que estuvieran enfermos. Conforme fui creciendo ese sueño se iba disolviendo y mutando en nuevas formas de querer enfrentar mi vida. Quise estudiar desde medicina convencional hasta cocina (porque unas clasecitas no me caerían nada mal), y terminé estudiando diseño gráfico, publicidad y ejerciendo como escritora. Hoy la vida me sorprende con la publicación de mi primer novela que hasta hace dos meses yacía empolvada en los cajones de varias editoriales y reventándome la monotonía de tanto que la había corregido. Cada que he tenido relaciones serias he pensado que "ese" era el hombre de mi vida, que "ese" era quien me iba a dar hijos y con "ese" pasaría el resto de mi vida. De "esos" pasaron varios, algunos yo me empeñé en alejarlos de mí, otros simplemente encontraron otro camino y hoy no conviven con el mío.
Hace un año tenía como plan regresar a vivir a mi tierra, todo se interpuso... acá sigo. Hace unas horas pensé que vería a unos amigos y ahora me encuentro sentada en mi escritorio, frente al ventilador, dándome una vez más cuenta de que lo mejor es no planear tanto y sí vivir un poco más.
Alguien me hizo darme cuenta que siempre estamos esperando obtener lo que pensamos que deseamos: quiero una casa de dos pisos en la playa, quiero un par de perros que me saluden al llegar, una pareja con tales requisitos que me de un anillo de tal forma y me haga tantos hijos. Quiero que mi carrera progrese hacia cierto camino y que mi vida, dentro de diez años, sea de tal forma. Pero afortunada o desafortunadamente no siempre obtenemos justo lo que queremos, en cambio obtenemos otras cosas que muchas veces pasamos por alto y ni disfrutamos esperando algo que igual y no llega. Entonces la vida te sorprende con un PH en la ciudad y gatos en vez de perros, o loros o hurones, a lo mejor solamente llega un hijo y con él un divorcio para entonces conocer el amor... Nunca sabemos, pero al fin y al cabo ¿para qué es la vida sino para vivirla, para disfrutarla en todos sus matices y sonreír con lo que HOY tenemos?
No se trata de perder el camino, se trata de pasarla bien, de besar intensamente, de abrazar, de soñar y respirar sintiendo cómo se llenan los pulmones. Recordar que por el sólo hecho de estar vivos ya somos privilegiados, olvidar tanta ambición enfermiza, tanta construcción de castillos en el aire que solamente traen decepciones, frustraciones, amarguras; mientras que lo real, lo auténtico, lo que se toca, se huele, se saborea... nos puede hacer inmensamente felices.
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